Beef. es el hogar una herida




 Personalmente detesto conducir y los automóviles. Las ciudades están diseñadas para ellos y la gente es olvidada, y aparte manejar es una verguiza para la consciencia, taladra tu integridad hasta adentro y te deja con los nervios en flor cada que ves un semáforo o la espiral de una glorieta. Conducir te lleva a odiar a otros seres humanos sin ningún motivo. Son pequeños odios que te van aguijonando durante el día y su dolor no se expresa en un solo punto, en un solo momento, sino que reparte por todo tu ser. Al conducir, te conviertes en el automóvil, un objeto, pero irónicamente, eres más persona que nunca, sientes más intensamente cuando alguien se te cierra, cuando alguien te arrebasa, cuando alguien te da el paso. En el fondo, la frustración de quien maneja nace de una cosa muy sencilla: no entiendes lo que los otros quieren decir, lo que los otros van a hacer o están haciendo. Manejar es predecir las intenciones del otro, a dónde va a moverse, a qué velocidad, si viene por delante o por los lados. Y tener que estar adivinando a los demás es JODIDO. Cuando manejas no puedes ver bien a los otros, no puedes escucharlos bien, no sabes cómo están ahí o si están. Esa frustración de que el otro está lejos (aunque esté en el carril de la derecha) es de lo que está hecha Beef 

Beef empieza cuando Danny está saliendo de intentar devolver unos asadores que había comprado para suicidarse. Al reversear para salir del estacionamiento, le corta de repente el paso a una camioneta blanca que empieza a pitarle, y una cosa lleva a la otra y acaba todo en una persecución. Los dos se encuentran en sus respectivos "momentos más esquizofrénicos". Lo que en principio pudo haber quedado como una mala anécdota de "se me cerró este pendejo" escala hasta un caos de proporciones ilimitadas. Escalas ilimitadas, sí, por fuera (porque en esta serie pasan muchas cosas violentas y espectaculares), pero también, y más importante, por dentro. En una serie que incluye en el menú allanamientos de morada, secuestros que salen mal y persecusiones a toda velocidad por las escaleras del Caesar´s Palace, es impresionante que el plato fuerte, lo que más sabe de todo, sea una conversación entre hermanos mientras comen ramen instantáneo, una sesión de terapia entre esposos y un partido de basquétbol en una iglesia. 

La serie utiliza entonces la violencia como *caballo de troya*para comentar otras cosas más complejas.La serie quiere investigar de dónde viene esta violencia La diferencia entre la soledad femenina y masculina, la pobreza y las consecuencias de ser pobre en este aquí y en este ahora, el racismo entre la gente asiática y los complejos de inferioridad étnica. Tirando del hilo de la frustración, los celos y la envidia aparecen universos emocionales completos, latientes. Y esto es importante porque Beef bien podría ser otro museo de narcisistas y psicópatas autocomplacientes en su vicio. La serie de hecho parece aventar esa finta a propósito para después sorprender con otra cosa: sentimientos, ternura, risa. Beef lo mezcla todo deliciosamente y te lo sirve y te lo acabas todo (de una sentada).

De hecho, el final lo disfruté tantísimo por eso, es como toda la temporada compactadita en un solo capítulo, psicodélico, poético, emocional y cercano. Smashin Pumpkins en banda sonora es la cereza del pastel a una relación de dos weyes bien maníacos y autodestructivos, gente ansiosa que se cruzó en el momento exacto para autodestruirse juntos y que, en su simultáneo suicidio, aprenden a amarse entre ellos y amar, aunque sea poquito, la vida. 

Es muy difícil ponerle ejemplos a todo lo que digo porque esta serie es como muy spoileable, la trama parece una culebra y cualquier giro se vuelve crucial. Entonces necesitas verla, no ocupas más que un día para vértela todita así que qué esperas!! 

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