Vaiarta Viagra

 

fotografía real de dos licántropos tropicales


Vine a Vaiarta porque me dijeron que acá vivía mi compa, una tal JoseOmar García...

Breve experiencia de viaje. Nunca había salido de Baja California, nunca había entrado en México. En la península siempre ha permeado una atmósfera separatista, de distancia o superioridad para con el resto de la república, de modo que siempre se me ha hecho difícil, eso de ser y sentirme mexicano. Para mí, el mundo siempre ha sido una esquina asquerosa de la que nadie en el país se acuerda, ni siquiera nosotros. Somos polvo en un anaquel cultural, y el origen de muchísimas infecciones existenciales. Así que se da la probabilidad de ir a valer verga en Vayarta durante una semana, ¿qué podría salir mal? No es como que mi planta docente sea nativa del jurásico, ni que tenga trabajos finales pendejos, o listas de asistencia que rellenar con mi mano medio levantada, ni kilómetros enteros de polución y esquizofrenia urbanística mientras miro una salida de emergencia cerrada en el techo de la calafia, pensando que nadie la tomará nunca No, nada de eso. De modo que, en un sublime acto de valeverguismo, me arrojó hacia el cielo junto con mi padre y mi hermano. Si nos vieras a los tres juntos, nunca pensarías que somos familia; no nos parecemos en nada, somos tres antónimos atados por la genética. Podría decir lo mismo de todos los otros mexicanos. A veces vale verga y a veces es la verga; como dirían los psicólogos: depende. 

Hemos llegado, el famoso palacio estridentista, donde se dan en masa las rosas aéreas. El aeropuerto es gigante centro comercial, custodiado por los pendejos de la Guardia Nacional, exhibiendo sus instrumentos de castigo, defendiendo al cerbero financiero del Capital, mientras, afuera, sueñan oxígeno los pájaros huecos. Un avión nos arrebata del suelo, y el cielo nos dice !hola! y me sorprende no sentir nada ni la más mínima emoción. No hay reminiscencias del Tatsú, ni larguísimos vértigos biliares. Fue como ir en el taxi pero en lugar de callejones graffiteados, vagabundos mediomuertos y perros cruzando autopistas, había parcelas muy pálidas, largas hectáreas de azul en las que el mar estampaba nubes sobre mi ventana. Amplias praderas de algodones rizados, y la maleza del smog. Secuestra mis pensamientos un carrito que recorre el pasillo: el comercio no cesa, asedia tus siestas y tus asientos, el Combo-tana, el Air Breakfast. Las Sabritas

®Intershit, váyase a la verga de su casa porque ya no lo aguantan ahí o usted ya no aguanta a los de ahí. Búsquese los traumas en cristalinas playas acapulqueñas (el color de las playas puede variar según el cártel que controle la plaza); huya del SAT y su inquisición fiscal en los modernos bungalós de Cozumel; refúgiese de la pensión de sus 4?, 5? hijos regados [negados] a lo largo de la franja fronteriza; ahuyente los fantasmas de su pasado (máximo 3 meses). Descubra su mi-verdadero-yo en un retiro al corazón de la Sierra Madre. Intershit: donde le damos el avión. 

 ya no nomás están llenas de aire, están llenas de palabras, de adjetivos robados que ke interpelan a tu hambre (su puta madre, 70 varos por unos rancheritos???). Luego, al aterrizar, y luego de que el piloto ensayase su impotente repertorio de stand-up, nos damos al escalofrío tropical, un aire besado por brisas horneadas, en el que el calor es una cosa que existe y que puedes tocarte cuando te toca la piel. Todo quema, y la ciudad es un lento incendio. En el taxi, el conductor nos aclara que esta calentura no es nada, que "hoy el infierno anda leve". 

Marina Vallarta es un espinazo de rascacielos. ¿Marina o Mariana? No escuché bien al taxista (yo la llamaré MARIANA VALLARTA, la radio interrumpe las conversaciones; mañana toca, por ejemplo, marcha del movimiento pro-canábico. ¿Una marcha para qué? Si el lugar huele a mota desde que salimos del aeropuerto, si en cada esquina y callejón pasaban gringos olorosos al aliento de María (NA). GRUESAS pipas de resina de hueso colonizando las tiendas de recuerdos, Quetzalcóatl como vicio, Tláloc como metodología del azote; toda la idea arquitectónica de Vallarta parece estar concebida alrededor de la mota: esquinitas discretas, pequeños kioskos puestos sin contexto en medio de putas avenidas, callejoncitos empedrados, donde los de la secundaria local escriben el nombre del amor de su vida de 13 años. Rostros pálidos a pleno solazo, ojos rojos vestidos de gafas, redonda, negras, brillantes: eclipses oculares. Pienso en Carlos Monsiváis y su crónica del eclipse, su presencia en el funeral sin cuerpo de Dios. ¿Qué movimiento insurgente (literario, aclaro) voy a cartografiar? ¿Con qué sangriento hecho histórico compararé esta gama de acontecimientos? ¿Qué simboliza el sol interrumpido por los hoteles, chiveado y metido en su closet de 70 mil pies de altura? Puerto Escondido, así en su prisión bicroma de tinta y páginas, tiene más color que todo este arcoíris. ¿O será que soy ciego? No descarto una ceguera posible, con un alto grado de miopía de clase.  

En el hotel, los días se ponen a girar: carrete de imágenes abandonadas, piscinas vacías (peceras para peces weros), cuartos quietos, gringos que te voltean a ver: ¡el mamífero aprendió a leer!, una nueva pieza en el genoma sociológico, y mi hermano regurgita a medianoche medio menú, perfumes lácteos contra los Old Spice, nuestro castigo por haber entrado en La Leche: pálido palacio whitexican. El hilo de la carretera se desenrolla en la Riviera Maya, amarrando sus geografías, interrumpiendo su relieve. Y más allá del verde prado, joven, pa´llá se van a morir los jaguares. Van pa' que los cacen jaguares más chicos. Los jaguares entienden el tiempo, muchacho, sus ojos son cual relojes sin horas. Son la pantera ontológica. Es el único animal que sabe nadar contra el río. En ellos nació la belleza, y de ellos salió la noche, pero la noche no los abandonó completa, ahí el porqué de su manchas. Pienso en todo eso cuando jalo el gatillo, y saboreo su muerte desde la mira del rifle. Playas nudistas sin nudes, voluptuosidades (esferoides bronceados, sudorosas mediaslunas de silicón, trémulas torres sanguíneas, garabatos lujuriosos en la epidermis)  cautivas en telas tutifruti. Al margen de esta triste postal, un pescador recoge redes viejas y moluscos mutados. Hace 10 años, cuando el hotel que nos hizo levantarnos de una banquita (es que es exclusiva de huéspedes, joven) se instaló en esa playa, todos los peces empezaron a aparecer deformes, y luego dejaron de aparecer, y en su lugar solo quedaron rastros de viejos cangrejos, carcasas arácnidas de telarañas microplásticas. Ve nomás, muchacho, el agua la limpiamos nosotros, la cuidamos nosotros, la navegamos nosotros, la sufrimos nosotros, pero no es nuestra. El océano lo miras y parece que no es de nadie. Pero es de alguien, alguien le puso nombre, y le modeló unas bardas de agua que lo separaban de los otros mares. No te cobran su brisa porque no han hallado la manera de hacerlo, pero lo harán. Por suerte, pues, cuando eso pasé, yo ya seré peso muerto. Quizá me haya vuelto parte del mar, quién sabe. Ojalá. 

el Más allá del verde prado
Los días de enfrente: No hay monos en Cerro del Mono. Si yo me llamara Santi Sámano, estaría escribiéndole una reseña negativa a este lugar en Google Maps; en lugar de eso, me limito a seguir lamentando la decisión de haber querido escalar descalzo este cerro tapizado de hormigas. Al llegar arriba, las nubes están arqueadas sobre el verdor, parece que estarán ahí para siempre, que ningún aire podrá arrastrarlas hacia nuevos cielos, entonces una pirámide de pájaros desbarata la imagen, desbarata las nubes, y fijaré para siempre en mi cerebro la imagen de uno de esos pájaros, con las alas manchadas de nube. A mi padre lo hipnotiza una pequeña bahía, y esa es su nuevo sentido de la vida (de este día de su vida). Al bajar y llegar ahí, un buzo terraplanista de Sayulita se lamenta de que los héroes norteamericanos han remplazado a los santitos católicos. Los niños ya no quieren ser como Santo Tomás, las niñas ya no aspiran ni a copias de la Virgen, ahora, ellos quieren ser el Hombre de Hierro, o el Hombre Araña, o el Hombre Verde. Me dice, con los ojos rojos de sal marina, que él se conformaría con que quisieran ser hombres, con que ellas se desenvolvieran señoritas, alejadas del pecado de la gran aldea Yankee, que estaba congestionando los arrecifes, que ponía nerviosos a los peces globo y que las piedras entre los corales empezaban a inquietarse. Parece Julio Cortázar, tiene su misma elocuencia, tiene palabras que se amoldan a cada contexto, observaciones lacerantes, un ingenioso y desinteresado juego metaverbal mientras se sujeta para no caer al Pacífico. Mi padre le resiente su carisma, ha superado su estridencia chilanga, su inagotable cauce de albures capitalinos palidece frente a la honestidad verbal de Julio Cornejo, costeño poeta pariente de los tiburones.  

Sectas psicotropicales en Cerro del Mono


Y ahora, breve semiótica comparada del género literario favorito de los turistas:

Menú para migrantes :                                                                                                                                                                 Menú para  v i a j e r o s :

Taco de pulpo endiablado.......20$                                                             Pato a la leche.
mega shrimp burrito.............35$                                                            Ceviche de ajolote.
Huevos veracruzanos.............45$                                                            English-mexican breakfast
café de olla.........................20$                                                            Café tostado Cielo Nayarit              
quesabirrias en salsa verde......35$                                                             Birria de venado
coronita light......................20$                                                             Sauvignon, 87. 
frijoles asoleados..................30$                                                           
Champiñones en tempura


De postre, síntesis proto-poética. 

Vayamos a Vallarta,

                         Va, vaya:

Bahía harta,
vacía de agua,                         

susurras sueños cetáceos 

de literaturas subacuáticas.

Crueles ecos de sal y de sífilis.

Sísifos de Acapulco

cargan a lomo quemado

un sol hasta su trono de nubes

y lo ponen a girar alrededor de un palo.

Va, vaya, váyase:

Dos pájaros Papantla,

con sus rizomas

                                                           de aire

sin cuerda, sin gravedad

caen hacia el monumento de piedritas

que unos gringos edificaron

hace mucho tiempo. 

Déjame bajar, déjame bucear para respirar

tus jardines de perlas cannábicas,

de arrecifes custodiados

por perros de plumaje albino

y correa judicial.

Say hi so high

To 11 ey em Sayulita beach, bitch

¡Almost nudes and all for trips!

Va, vaya, valedor,

Váyase a Vallarta,

Pero primero váyase a la verga.

Vayarta, noches de soles sonámbulos,

estrellita que no pudo pescar

la red floreada de farolas

 de tu malecón.

Zoológico ilegal ilógico

de aviones insomnes y cocodrilos dormidos

ɐɹɹɐɔoq

 

Yaka; el reanimador de plátanos maduros, el viagra natural de la Vallarta irreal. 

 

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