The Batman: Retrato del sociópata adolescente



Me parece excelente que The Batman se anime, aunque sea poquito, a admitir que Batman es un pendejo y un megalómano, un ególatra criptofascista y un voyerista de manual. Ya estamos en otro tiempo, sería muy imbécil por parte de los guionistas continuar con la misma fórmula de un hércules gótico torturado por sus propias cicatrices. Para la película de la que hablamos, ya no se retrata al joven playboy como un melancólico antisocial, sino como un psicópata depresivo. Eso es bueno. La complejidad del personajes, que se señale su cinismo y misantropía, que se referencie al diario de Rorschach (otro desequilibrado de los cómics) en la introducción con voz en off de Bruce hablando como un auténtico Incel sobre su propia posición en la jerarquía de la ciudad que gobierna desde las sombras. Que se acuse su desapego emocional, su sociopatía, su toxicidad autoritaria. A esto sirve mucho la presencia de los otros personajes, que constantemente nos recuerdan que el verdadero loco de la película es Batman. Selina Kyle como una ladrona consciente de la explotación que sufre la clase obrera; Jim Gordon como el iluso que confía en el sistema punitivo judicial y no es corrupto; Carmine Falcone como una prueba de que puede gobernarse ciudad gótica sin vestirse de murciélago. 

La dirección es muy buena también jaja. Los planos iniciales, que nos muestran tres formas distintas de justicia (las monjas, el policía y el político), plantean el tema central de la película; el significado de la justicia y el momento en que esta puede convertirse en venganza. Todo eso con apenas unos cuantos segundos de metraje. Luego está la parte en la que Robert Pattinson vestido de murciélago se lanza desde el edificio de la policía y notamos que apenas sabe volar. Para acentuar esto, la dirección nos regala un primer plano frontal de su cara mientras hace todo lo que puede por planear, como si todo eso no fuera espectacular sino patético, inexperto. Tres escenas clave de la película (la de la iglesia, la del edificio de la policía y la del mitin político del final) toman lugar en representaciones escenográficas del poder religioso, judicial y político. La parte en la que vemos a Batman acercarse hacia el Pingüino y todo se ve al revés, como si fuera el diablo saliendo del infierno, o la imagen de un ángel descendiendo sobre la tierra. La locura del Acertijo estaría bien, si no fuera una calca pálida de Heath Ledger y Tom Hardy. 

Es una buena película. No deconstruye al personaje ni nada así, simplemente es un poco más consciente que las otras películas de Batman de su condición de cine. Las tres horas ni se sienten. 


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