The Matrix: La modernidad del cine

 



The Matrix funciona como bisagra cinematográfica, que conecta el siglo XX con el XXI. En el auge del fenómeno multicultural en occidente, la llegada del anime, las películas de artes marciales japonesas, las tramas que buscaban la deconstrucción del género noir y el cine de espías, el ascenso de las computadoras y la filosofía hiperrealista, se fue gestando una película que, bebiendo de lo mejor de su época y condensándolo en unas formas nunca antes vistas, abriría trincheras y trazaría caminos que aún hoy permanecen recorridos por multitud de obras de todos los géneros. Debido a esto, es importante pensar The Matrix como la representación de un nuevo tipo de cine, para un nuevo tipo de público.

The Matrix es un exponente del cine moderno. Si nos alineamos a los criterios de Lauro Zavala, que alude, a su vez, a los formalistas rusos, un rasgo casi genético del cine moderno es que inicia con un plano cerrado, reducido, que desconcierta y descontextualiza al espectador, pues el lenguaje del cine y su sintagmática ya no buscan ordenar y subordinar sus películas a las normas de la realidad, sino que, al contrario, buscan construirse una realidad propia. En el caso de The Matrix, una hiperrealidad. En la película de las Wachowski, la descontextualización es total. Las voces en off que suenan por llamada, el código binario y los kanjis, el ordenamiento caótico de los planos y el desconcierto de los (entonces) innovadores efectos especiales, le dicen al espectador que está frente a otra cosa, frente a algo que nunca se había hecho.

Retomando la tipología de Zavala, The Matrix opera dentro del cine moderno al romper las expectativas de realidad y apostar por el surrealismo, por la meta e intertextualidad. Lo curioso es que su rebeldía formal responde lógicamente a su fondo, al tema y a la narrativa que vertebran la película. El salto sostenido en el tiempo que realiza Trinity, por ejemplo, no es sólo la punta de lanza de las Wachowski para impresionar al espectador, sino que adelanta la falsedad ontológica que sostiene el mundo de la Matrix. El efecto de movimiento y slow-motion no es un mero capricho estético, sino una decisión narrativa consecuente y bien ejecutada.

Su final abierto, su resonancia sonora kinestésica (dialéctica) y su rebeldía frente a muchas convenciones narrativas que eran ley en el contexto de su estreno, sólo contribuyeron a nutrir su leyenda. Tal como expone Zavala, en referencia la filosofía empirista de Karl Popper, la semiótica del cine, como la lingüística, nos permite asomarnos hacia otros mundos, hacia posibilidades imposibles en los márgenes de la realidad, pero perfectamente existentes dentro de los marcos del plano y de la pantalla.

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